viernes, 13 de mayo de 2016

EL BAILE DE LOS NÚMEROS

                  
EL BAILE DE LOS NÚMEROS



(Cuento dictado por Franklin Pérez Guillén (4 años 9 meses)
                                 Domingo 22 de diciembre 2013 a las 9 15 de la noche en La Mara, Mérida.

Había una vez un UNO que le gustaba mucho, muchísimo bailar, pero era muy alto, altísimo, sobre todo porque le gustaba bailar con DOS que era más pequeño y le gustaba escribir. Un día apareció TRES que era  jardinero, le gustaba sembrar semillas para que crecieran flores, pero de repente llegó un temblor y lo asustó, cuando iba a salir corriendo se dio cuenta que era un tractor que venía a suavizar la tierra.  

En eso llegó CUATRO que bostezaba todos los días, siempre tenía sueño, pero cuando  llegó CINCO en una moto haciendo ruido, se interesó en preguntarle sus aventuras en la ciudad. Él le dijo que también era sembrador pero de palabras, en su casa había un montón de libros en el suelo y en el estante. Se acercó muy emocionado SEIS había escuchado todo, se había interesado porque leía cuentos todas las noches. Así que llegó SIETE, era muy inquieto, hablaba, cantaba, bailaba, y era alto, altísimo. En eso empezó a sonar un rock and roll, era OCHO que llegaba con un altavoz.

UNO se emocionó tanto que se puso a bailar con SIETE. Los otros se acercaron con un poquito de pena, pero NUEVE que era prendedor de luces los entusiasmó a todos: ¡A bailar, a bailar!  

Cuando ya estaban bien cansados apareció DIEZ que era el apagador de luces. ¡A dormir, a dormir!

Colorín colorado este cuento por fin se ha terminado. 23 de marzo de 2015.


Franklin Pérez Guillén 

EL PEZ ESPADA Y SU NARIZ SINGULAR

EL PEZ ESPADA Y SU NARIZ SINGULAR
Franklin Pérez Guillén (6 años)




El pez espada estaba muy contento. Por fin había cumplido seis años, ya no le seguirían diciendo: “Bebé”. Ni: “Qué bebé espada tan lindo”. 

Sentía que era el momento de mirarse al espejo y ensayar varias poses para las fotos.

Así todos verán lo grande estoy, y que cada vez me parezco más a mi papá, a quien tanto admiro, se dijo.

Pero... lo que vio en el espejo no le gustó mucho. Su nariz era muy larga para su tamaño y no le permitía mirarse de cerca los ojos.

Fue donde estaba su papá y vio con detenimiento que su nariz  se le veía muy bien, requetebién.

Entonces le preguntó, si cuando era de su edad no se asustó del tamaño de su nariz. Y el papá le dijo que sí, pero que él fue donde su papá y le explicó que ya no le crecería más, solo le iba a crecer el cuerpo.

El pez espada que estaba cumpliendo seis años regresó al espejo y dijo:

Gracias nariz, disculpa por haber dudado, no todos los peces tienen una nariz tan particular.



EL MONO DEL ZOOLÓGICO

EL MONO DEL ZOOLÓGICO
                                  Franklin Pérez Guillén (6 años)




Había una vez un zoológico que tenía muchos animales. Un día se escapó el mono Chichí, los cuidadores estaba muy preocupados  por Chichí, en eso llegó El UNO y se ofreció a colaborar en la búsqueda. Así que se fue a la ciudad y comenzó a observar las copas de los árboles. En ese momento llegaron los números, entonces todos comenzaron a buscar también por la ciudad y sus alrededores.

En una casa, del NOVENTA Y NUEVE, se había escondido el mono Chichí. Entonces a su mejor amigo CIEN lo habían llamado los números para que buscara a Chichí en la casa del NOVENTA Y NUEVE quien no sabía que debajo de su cama estaba el monito.

Cuando llamaron a CIENTO UNO este llegó más rápido que el otro y lo encontró y lo llevó de vuelta al zoológico.

Después le preguntaron al monito por qué se había ido. Y este contestó que no le habían dado comida porque el cuidador estaba distraído en otras cosas.

Así que los números todos hablaron con el cuidador para que fuera más cuidadoso con la comida de los animalitos.
    1ro Enero 2016 hora 1:50 am.


¿Y LOS OTROS QUÉ DICEN?

 ¿Y LOS OTROS QUÉ DICEN?
                                                (Cuento a tres voces)






Algunos dicen que el cuerpo humano es una máquina perfecta, comenta en voz alta una mamá, como si pensara consigo misma. 

Su niño, de cinco años, se rasca una oreja, después la otra, mira a una distancia que pareciera ser el propio trayecto entre su pensamiento y las palabras que escucha... 

Parsimonioso, el niño, con signos de interrogación (?) o de admiración (!), pregunta a la madre... como al descuido del aire que resopla la tarde:  

¿Y los otros... qué dicen?


Autores:
Ana María Guillén, Franklin Pérez Guillén ( 5 años) y María Luisa Lázzaro

Maracay-Mérida julio 2014

Quinta Cascanueces hora: 8:00 pm.

PRESCRIPCIÓN FACULTATIVA DE HELADOS

Prescripción facultativa de helados
(para niños en edad escolar)




Favor leer cuidadosamente estas instrucciones antes de salir de la escuela, especialmente si afuera hay cabinas frías con ruedas.

POSOLOGÍA (Cómo, dónde, cuánto ingerir): Dado su alto contenido en calcio, se recomiendan dosis interdiarias, teniendo la precaución de cuidar la hora, el tipo de helado y su procedencia.

CONTRAINDICACIONES: Abstenerse los niños y niñas con diabetes mellitus y  obesidad severa.

PRECAUCIONES: Tomar lejos de las comida por su efecto emulsionante de las vías digestivas. Cepillarse los dientes luego de cada dosis como protección del esmalte dentario. No se deben almacenarse en las mochilas que no sean refrigerantes.

EFECTOS COLATERALES: Falta de apetito, llenura, gases, dolores abdominales, dentera, caries, irritación de las amígdalas (sólo en caso de estar inflamadas ya).

EN CASOS DE UNA SOBREDOSIS: Recurra a su médico de familia. Seguramente indicará un purgante natural de linaza, adecuado al peso y talla.

RECOMENDACIÓN: Antes de ingerir mantener a temperaturas no mayor de 10° C.







GRAN GNOMO DE LOS CUENTOS

GRAN GNOMO
DE LOS CUENTOS




Gran Gnomo de todos los gnomos del universo de los cuentos,
te invoco desde mi corazón niño. Abro mis manos,
abro mi cabeza, como las ventanas cada amanecer
para que entre el alba con sus primeros rayos de luz.

Necesito aprehender el alma sonora
y significativa de las palabras,
que ahora son bastones, cayados, circunferencias;
formas geométricas indescifrables.

Quiero leer por mí mismo cada una de las historias
que me son narradas
en las horas inefables de los cuentos.
¡Ayúdame, Gnomo de todos los gnomos!
Necesito aprender a leer.
 (Marial)
18/11/04


NIQUELOVÉ

NIQUELOVÉ




(Dedicado a Alexandra Andarcia Lázzaro y sus mariposas)



Esta mañana de sábado primaveral, es decir de pajaritos y loros anunciando que ya hay mieles y frutas en los árboles (que es lo que más ven de los bosques), Alexandra Pomponia Niquelové, después de despejar las telarañas nocturnas de sus ojos, corrió al porche de su casa.

Era casi de madrugada (siempre es madrugada para los niños cuando la escuela queda retirada de la casa).

Desde el porche, gritó: –¡Mamá, papá, desapareció el Pico Bolívar! ¡Vengan a ver! ¡Corran, corran!

Con el café recién extraído de la grekka, aún humeante en las dos manos que estaban por llevar el primer sorbo a las respectivas bocas... aligeraron el paso los dos, bamboleando las tazas como los equilibristas del circo caminan sobre una cuerda de naylon, de techo a techo, es decir como loritos en plancha de cinz: un pasito rápido y otro lentito, cadera para adelante cadera para atrás. Pero, avanzando ligeros de la cocina al pórtico de la casa.

–¿Qué fue muchachita linda, viste a una lombriz del tamaño de un gato, esta vez? 

(Es que Alexandra tenía tal imaginación que siempre veía algo hiper, o plus... o sobre... natural entre las sombras del platanal, o entre nubes y ramas; entre lo cualquier tamaño y forma que se agigantara o achicara...)

–¡Se desaparecieron las montañas! Yo lo soñé anoche, y se hizo realidad, ¡miren no están ni hacia el Oeste ni hacia el Norte!

–A ver, cuéntanos el sueño, dijo Carlhy, la mamá; después de cruzar una mirada pícara con Enrique papá, porque había otro Enrique con un Manuel agregado para no confundir pápá con hijo.

–Sí, ¡cuéntanos desde el principio!

–Seguro que es otra de sus fantasías, ya sabemos que todo lo mira magnificado –intervino Enrique Manuel, su hermano mayor (que de mayor no tenía mucho de altura porque ya sabemos que los varones son como el árbol de bambú, que los primeros años... se igualan a las hermanas menores hasta que... de repente “dicen” a crecer).

–Cuando me acosté sentí mucho calor, así que me quité la piyama y me arropé solo con la sábana. Me quedé dormida enseguida, creo, porque cuando puse la cabeza en la almohada y abracé a mi guao Flofli, sentí que mi cuerpo era una pluma delgada de paraulata que el viento llevaba por los aires. Había muchas nubes cargadas de agua, yo me movía entre ellas como si la pluma tuviera un manubrio de bicicleta, le daba hacia la izquierda o hacia la derecha de acuerdo a la nube que encontraba. Así estuve mucho rato volando. Me acordé del Pico Bolívar, así que tomé hacia el Sur, ustedes me enseñaron que para el lado de mi brazo derecho quedaba el Este, ¿cierto? Quiere decir que detrás de mi espalda se empuntaba el Pico.

–Así es amorcito –dijo Carlhi, la mamá.

–Entonces –continuó Alexandra– busqué y busqué la montaña más alta y no la vi por ningún lado, busqué los otras picos que lo acompañan para que no se sienta solo: el León, el Toro, el.... “Jumbol” y el “Bomplan”... y nada. Por supuesto que la cara del Indio tampoco estaba. Volteé el manubrio para el Norte, busqué a la India que se forma en la meseta y tampoco.

Sentí que me había ido más allá de Mérida, me dio mucho susto y frío, mucho frío...  Pero, no me quedé perdida, me dije con mucha fuerza: ¡Despiértate, despiértate, bájate de la pluma. ¡Anda, que no eres pluma, sino gente!

En cuanto abrí los ojos, me tiré de la cama, me eché un montón de agua fría en la cara –para espantar a la pluma– y fui casi volando para el porche... Y, no había montañas, ni  siquiera ese color azul conque el sol las pinta algunas mañanas. Por ninguno de los costados se veía el Pico,  los alrededores verdes; como si viviéramos en una casa de playa donde solo hay azules en el cielo, sin verdes en lo alto.

–Chicuelina, ¿no ves que está nublado el cielo?







LOS NIÑOS LAS NIÑAS




¿Están, estamos?


I
Ellos,
nosotras las niñas,
los niños,
crecidos...
Están
estamos
cansados, cansadas,
de tanto caracolito
que vive en su casa pequeña
soñando
tortugas,
lombrices;
hormigas que llevan
crucecitas de césped
regadas con dulces y helados;
hojas frescas de lechuga
recién cosechadas;
frijoles que hablan
de aventuras fantaseadas
en la clase de lengua
y mentón y mejillas,
y dientes que son permutados
por monedas necesarias
para los álbumes.

¿Cansados?
Cansados de tantos barcos
que se lleva la lluvia
empozada entre las orillas
de las calles de papel.

Ya no más ositos de peluche,
ni gatos que maúllan   palabrotas;
ni muñecas que dicen: ¡Pipí, pipí!
Ni locomotoras que hacen:
¡Pu, pú,

Que no se les ocurra
borronear cuartillas con árboles de frutas
que dialogan entre sí...
Ni que una viejita siempre es la brujita,
y que un señor buenmozo
es siempre el ganador.

Que penalicen a las maestras
cuando al final del cuento
nos pregunten:
¿cuál es la moraleja?

Que no nos engañen
con historias chuecas
que parecen lecciones
de comportamiento en las escuelas.

Nada de rimas cuadradas
ni cancioncita para sueño.
Es como si fuéramos nenes
con chupón entre los dientes
y un pedacito de pan por cabeza,
que no entiende.

Es que...
el auto de mi papá se apagó
en pleno viaje a la escuela,
se le mojaron los frenos,
o se le acabó la batería;
tal vez fue el alternador,
o la liga de frenos...

El sol no quiso salir
a calentar los huesos,
mamá se desacomodó un tobillo,
a la abuela le sacaron casi todos los dientes,
los vecinos pusieron quejas
de ladridos de perros.

Mi tarea no estuvo lista
por culpa de mi descuido...
Y ya, cuando estuvo en forma,
no pude ir a la escuela,
esperando una grúa
debe haber llegado el recreo
y después la salida,
y otra vez de vuelta
al tobillo, a los dientes
y los ladridos.

Y en los cuentos y poemas,
los duendes y las hadas cantan
un perfume de jazmines hechizados.
Hay un Jefe Civil vestido de grillo
que persigue la venta de ovejas sin lana.
Yo tengo un suéter tejido
con estambre de cordero.
¡Qué pena...!
Por el tejido han quedado desnudos
los corderos y las ovejas.
De seguro
con alguna historia inventada
pasa rápido el tiempo...
y las pieles se llenan de hebras.


II
El agua, en los poemas
hace caminos entre los dedos,
es llovizna y granizos cálidos...
No es la misma que hace mucho
no llega al tomadero de la escuela.

Es bueno que Don  Ratón
converse con Don León y hagan las paces;
y que el Señor Cangrejo
defienda su casa del Oso hormigón
trazando un camino hacia el fondo del mar,
donde las Sirenas, Señoras Cangrejas,
darán la batalla
con varitas mágicas en el caparazón.

Pero... hoy la lluvia
acabó con los arbolitos
que sembramos en la escuela.
El año pasado tampoco se dieron,
no había agua que humedeciera la tierra.


III
En mi grado leyeron
“Las cinco águilas blancas,
tradición indígena
de Tulio Febres Cordero.

No fue fácil entender
eso de la cinco águilas
en el azul del firmamento,
que sacudieron las alas
sobre cada uno de los riscos
de la Cordillera Andina que nos toca.
Cayó mucha nieve de cada alón mágico
quedando petrificadas las águilas.

Yo me pregunté, la primera vez:
¿Y sí se levantan las aves?
¿Y sí se posan en el techo de mi casa,
o sobre el auto de mis padres?

Los niños de antes,
que ahora son mayores,
cuentan las nevadas
como si fuera un poema,
o alguna historia fantástica.

Ahora, es tan poquita la nieve,
tan desnudos los Picos,
vestidos de piedras sólidas.
De vez en cuando alguien grita:
¡Está nevando, está nevando!

Y todos corremos sin cansarnos
de mirar tanta blancura de águila
resplandeciente sobre los Picos.
El viento se hace fresco,
tan frío, que hay que buscar
las ruanas y los paraguas.

También de los riscos se cuenta
del perfil de dos indios acostados
en las cimas de las montañas;
que de tanto frío se congelaron.
Cuando se fueron las aguas,
las montañas se apartaron,
hacia el Norte quedó la india
con sus manos enlazadas.
Hacia el Sur reposa el indio
congelado en la piedra.

Ojalá nunca despierten,
porque si se abrazan
como cuando estaban vivos,
la luna perderá el reloj del tiempo nuevo;
el sol se quedará dormido
del otro lado de los mares.
No sabremos si es domingo,
o es día de ir a la escuela,

Un largo sueño nos vestirá de águila...
después seremos un risco nuevo


helado y blanco.